En Lourdes, Nuestra Señora nos quiso proporcionar una muestra de la prometida era marial, por medio de una extraordinaria efusión de gracias sensibles que provocan conversiones inesperadas, coronadas muchas veces por estupendos milagros.
Nuestra Señora se impone al desprecio de los impíos.
Lourdes es, en la verdad, una de las más extraordinarias manifestaciones de la lucha de Nuestra Señora contra el demonio, pues esta aparición se dio en el auge de las persecuciones y depreciaciones movidas por el anticlericalismo del siglo XIX para debilitar a la Iglesia. Consecuentemente, pocos profesaban claramente la religión católica, y los que no lo hacían, pedían pruebas de ella.
Nuestra Señora entones aparece y comienzan los milagros, operados con la solicitud y magnanimidad maternal de la Virgen Santísima. De las piedras de la gruta de Massabielle pasó a verter agua donde no existía.
Naturalmente, los enfermos, que pensaban en todo para aliviar sus dolores, se bañaban en esas aguas y — ¡oh! ¡maravilla! — comienzan a curarse en grandes cantidades.
No queriendo aceptar tales hechos, los impíos en seguida alzan la voz, afirman que no se trata de enfermedades auténticas y, por lo tanto, tampoco las curas. No podía haber milagro, porque la veracidad de estos los derrotaría.
A fin de eliminar cualquier duda y hacer triunfar la insondable bondad de Nuestra Señora, la Iglesia instituyó un centro médico especializado, con todos los recursos más modernos que la ciencia tenía, para analizar y comprobar las enfermedades antes que los enfermos se bañaran.
Preparados con el certificado, los enfermos entraban en las aguas y poco después salían — varias veces, ni siempre — cantando las glorias de Nuestra Señora, porque habían obtenido la cura. Los médicos hacían otro examen y, conforme el caso, declaraban no haber explicación científica para el restablecimiento del enfermo.
Al transcurso de los meses y los años las curas se fueron multiplicando. La piedad católica constituyó todo un expediente sobre esa maravillosa manifestación de la compasión de Dios con los hombres.
¿Por qué misteriosa razón Nuestra Señora devuelve la salud a unos y no a otros?
Las tres actitudes de María a vista del sufrimiento humano.
La más valiosa lección de Lourdes será, talvez, a respecto del sufrimiento.
Vemos en Lourdes tres actitudes de la Providencia y, por lo tanto, de Nuestra Señora delante del dolor humano. Los planos divinos son perfectos y tienen su razón de ser, a pesar de que tales procedimientos parezcan contradictorios.
Por un lado, llama la atención la pena que Nuestra Señora tiene de los padecimientos de los hombres, y como, con una bondad insondable, atiende los ruegos de ellos y practica milagros para curar sus cuerpos.
Por otro lado, Nuestra Señora igualmente tiene compasión de las almas, y para probar que la Fe Católica es verdadera, practica milagros a fin de operar conversiones.
Pero existe una tercera realidad en Lourdes, no menos significativa que las anteriores: son los innúmeros enfermos que para allá fueron y regresaron sin la tan deseada cura. ¿Por qué misteriosa razón Nuestra Señora devuelve la salud a unos y no a otros? ¿Cuál es la razón más profunda de esto?
Se podría decir que la ausencia de cura es uno de los milagros más estupendos de Lourdes, si se considera que, para la mayoría de las almas, el sufrimiento y las enfermedades son necesarias para su santificación. Es a través de estas pruebas físicas y morales que ellas alcanzan la perfección espiritual a la cual fueron llamadas.
Y quien no comprende el papel del sufrimiento y del dolor para hacer las almas crecer en el amor a Dios, quizá no entienda que, generalmente, por esta forma los hombres alcanzan la bienaventuranza eterna.
Y es tan indispensable el sufrimiento para llegar al cielo que San Francisco de Sales no dudaba en llamarlo el “octavo sacramento”.
Ahora, Nuestra Señora actuaría contra el interés de la salvación de las almas, si las librase todas de las dolencias. Claro está, a determinadas personas, por circunstancias y designios especiales de algún modo conviene quitarles el sufrimiento. Son excepciones. La mayor parte de los que van a Lourdes regresan sin curarse. En esto podemos ver como la Santísima Virgen, tan misericordiosa, entretanto respeta la voluntad divina a lo que se refiere a los sufrimientos humanos.
Y así entendemos el enseñamiento de Lourdes, la aceptación de todas las pruebas, de todos los dolores, y de todos los sufrimientos.
¡Que Nuestra Señora de Lourdes, a través de sus misericordiosas manos, nos conceda el mayor milagro que necesitamos!
Fuente: Revista Dr. Plinio, n. 119.