Dos corazones que eran uno solo
La actitud de la Virgen durante la Pasión del Señor fue una gran consolación para el Hombre Dios: su compasión lo fortalecía, sus lágrimas
suavizaban su Sagrado Corazón, su firmeza lo animaba a proseguir hasta el final. En Ella veía la perfecta correspondencia a todo lo que había dado a la humanidad desde la Encarnación. En Ella su sangre daba frutos en plenitud. Pero, sobre todo, en el Inmaculado Corazón de María encontraba reflejada su propia Pasión. Ambos corazones, que forman uno solo, fueron clavados juntos en la cruz y allí esperaban la gloriosa Resurrección.
Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP